Mercantilistas – Los mercaderes y el estado (Octava parte)

viernes, 24 de abril de 2009

Mercantilistas – Los mercaderes y el estado (Octava parte)

El concepto del justo precio también fue perdiendo terreno ante el avance del mercantilismo, pues la suprema preocupación de los mercaderes no era sostener precios demasiado elevados, sino impedir que la competencia los redujera en exceso.

Los salarios tuvieron un papel escaso o nulo en la teoría y en la práctica del mercantilismo. En esto fue determinante el papel del comercio exterior, como se diría actualmente. Los trabajadores distantes, ya fueran esclavos, siervos y hombres libres, que producían telas, especias, azúcar o tabaco en tierras remotas de Oriente u Occidente, no eran tomados en cuenta para nada. Pero lo mismo sucedía con los trabajadores de regiones más cercanas, Las manufacturas domésticas implicaban que marido, mujer e hijos trabajaran en el hogar, transformando en telas la materia prima suministrada por el mercader. Tampoco en este caso se pagaba un salario propiamente dicho, pues el empresario mercantil pagaba simplemente por el trabajo la suma necesaria para que éste fuera ejecutado. Como sobre esta base no podía edificarse un teoría de salarios, no hubo ninguna que valiera la pena dentro del pensamiento mercantilista.

La industria doméstica exige una atención particular. En siglos posteriores, el sistema fabril, con sus miradas de trabajadores encuadrados y regimentados, evocaría una vívida imagen de explotación. En cambio, las industrias domésticas o aldeanas parecerían suscitar, por contraste, una impresión de independencia familiar y de benévola autoridad y responsabilidad paterna, es decir, una escena tranquila desde el punto de vista social. Las personas propensas a la ternura imaginarán todavía hoy la posibilidad de dedicarse a artes y oficios ejercidos en el hogar, para huir de las disciplinas rigurosas del mundo económico. En la India se exige a todos los gobiernos, y a casi todos los políticos, según la mejor tradición gandhiana, que fomenten la recuperación de las industrias domésticas, incluidas las de hilados y tejidos que atrajeron a los mercaderes y a las grandes compañías mercantiles a Madrás, Calcuta y Bengala en la era del capitalismo comercial. Son al parecer muchos los que han olvidado la terrible explotación inflingida a hombres y mujeres bajo la amenaza de morir de hambre, y de igual modo a los hijos por sus padres. Por otra parte, la gerencia desempeñada por una cabeza de familia no raya siempre a gran altura en cuanto a eficacia e inteligencia. Sería bueno que muchos de los que han descrito o celebrado el idilio hogareño de las industrias domésticas a lo largo de los siglos hubieran experimentado personalmente sus rigores cuando constituía la única fuente de ingresos.

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