Mercantilistas – Los mercaderes y el estado (Décima segunda parte)

martes, 28 de abril de 2009

Mercantilistas – Los mercaderes y el estado (Décima segunda parte)

Durante ese mismo período se constituyó la compañía Británica de las Indias Orientales, institución que resultaría muy duradera (1600-1874), y en 1670 la corporación elegantemente denominada Caballeros Aventureros Mercaderes de la Bahía de Hudson, que existe todavía, si bien su casa matriz se ha trasladado de Gran Bretaña de Gran Bretaña a Canadá. Por su parte, la Compañía francesa de las Indias Orientales obtuvo su patente en 1664. Cada una de esas compañías gozó de un monopolio concedido para explotar las regiones que se les habían asignado o que habían escogido. Todas ellas se veían asimismo en la necesidad de resistir, mediante el uso o la amenaza de las armas, la penetración de los restantes monopolios nacionales a quienes se habían otorgado privilegios similares. De esta forma, las empresas hicieron su aparición no sólo como instrumentos comerciales, sino también bélicos.

A fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII prosiguió el registro de compañías por acciones, como llegaron a titularse, con una creciente variedad de objetivos. Mediante este proceso, tanto el comercio con las colonias americanas, como el gobierno de las mismas quedaron en manos de compañías registradas.

En los decenios posteriores a 1700 surgió un nuevo y más espectacular antecedente de las corporaciones modernas, concretado en las alzas tan exuberantes como insensatas de las bolsas de valores de París y Londres. En la primera de estas dos ciudades, bajo los auspicios (y desde cierto punto de vista, gracias al genio) de John Law, se desató una asombrosa inflación de las acciones emitidas por la Compañía de Mississippi que había sido creada para explotar unas minas de oro supuestamente ricas, pero por desgracia imaginarias, en el territorio de Luisiana. En Londres, a su vez, se crearon la Compañía de los Mares del Sur y otras por el estilo, entre ellas una destinada a la explotación de una fuente de energía hasta ahora insuficientemente utilizada, a saber, la rueda del movimiento continuo, y otra, muy celebrada en la historia de la especulación por su misterio, destinada a ejecutar un proyecto muy rentable que nadie sabe en qué consiste.

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